Crisanto, inolvidable Luarqués y del Luarca C.F., hasta la médula.

El mes pasado me encontré a un buen amigo –con el que me encanta charlar a menudo-, y me contó una historia sobre un gran luarqués y gran seguidor del Luarca C.F., que me gustaría hacerles llegar, ahora que tengo mi espacio en esta web del club.

Hace unos años, siendo un niño, conocí a un gran dependiente que trabajaba –en aquellos años de finales de los 70 y principios de los 80- en una tienda en la calle Ramón Asenjo, que se llamaba “Casa Ricardo”. Aquel dependiente tenía un nombre que a mí siempre me despertó mucha atención, quizás porque como el mío también era poco corriente, y resultaba más fácil de memorizar.

Se llamaba Crisanto González, y era el claro ejemplo de lo que suponía ser un dependiente en aquellos años: extraordinaria presencia, elegancia absoluta, fluidez verbal y sobre todo buenas dotes comerciales. Crisanto siempre te recibía con su traje –impecablemente vestido- tras el mostrador, con sus gafas oscuras y su bigote, pero sobre todo con una gran sonrisa y una amabilidad digna de elogio. En fin, a mí particularmente, me llamaba la atención.

Crisanto además de su esposa Elvira y de sus hijos, tenía varias pasiones. Una de ellas era la música pues fue uno de los históricos componentes de la mítica orquesta luarquesa de la Copacabana, que llegó a sumar nada menos que veintiséis años de carrera musical, fundada por miembros todos ellos que habían pertenecido a la maravillosa cantera de nuestra Banda La Lira.

Además de la música en la que era un artista consumado, Crisanto, también tenía otra gran afición, su queridísimo Luarca C.F. Socio de toda la vida en La Veigona, fue protagonista directo del gran equipo que estuvo una década en la 3ª división, cuando acudir al campo era sinónimo de pasar una tarde con tu pandilla, viendo a tu equipo del alma y echando un ojo al marcador simultáneo –con los mejores comercios y empresas patrocinando aquellos inolvidables carruseles de partidos-, como pasaba en la segunda etapa en 3ª en los años ochenta.

Crisanto era un fiel seguidor que disfrutaba, vibraba y por supuesto, como buen aficionado acérrimo a su club, también sufría de lo lindo. La vida le dio algún susto al bueno de Crisanto y había ciertos partidos de rivalidad, sobre todo ante los eternos rivales, que le hacían tener que ver “los toros desde la barrera”.

Nunca mejor dicho y, aquí les hago partícipes de la extraordinaria anécdota que me contó mi buen amigo luarqués –cronista en un pasado- sobre nuestro querido protagonista. Cuando llegaba la jornada de Día del club, y se trataba de un partido que le podía dar más de un susto, Crisanto se dirigía a la taquilla de La Veigona, enseñaba su carnet de socio y pagaba su entrada, pero no acudía a su asiento habitual.

Subía a la antigua carretera N-634 y veía la evolución de su Luarca, desde allá arriba, con una visión privilegiada de La Veigona en la que se ve perfectamente todo el campo, para no sufrir más que lo justo. Desde la distancia los sustos, sobre todo cuando tu equipo encajaba un gol tonto, o te enfadabas con una decisión del señor de negro, eran mucho más light.

Un ejemplo más de su afición, de su cariño por el club, y de los esfuerzos y sacrificios que Crisanto González Fernández, hizo por el equipo de su corazón. Una anécdota preciosa de un tiempo que pasó, pero que merece la pena recordar. Aquella Luarca plena, llena de gente maravillosa, de hombres de familia, trabajadores, cultos y apasionados, que lo dieron todo por la villa y por todo lo que la envolvía y la envuelve.

Mi pequeño recuerdo para Crisanto, Elvira y toda su Familia, y mi agradecimiento a mi amigo invisible (también socio de toda la vida), por acercarme esta maravillosa perspectiva de un hombre que siempre, siempre me llamó la atención. Allá donde estéis nunca os olvidaremos.

Por Cipri Fdez Fdez